Por: Antonio Álvarez
Miranda July fascina por la manera en la que visiblemente experimenta con el cine y las artes visuales, las nociones de conciencia y presencia de su ejercicio como cineasta, el cual expone con la sinceridad, mas no ingenuidad, de una niña.
Miranda July fascina por la manera en la que visiblemente experimenta con el cine y las artes visuales, así como las nociones de conciencia y presencia de su ejercicio como cineasta en las búsquedas narrativas y formales, que expone con la sinceridad, mas no ingenuidad, de una niña. Al día de hoy cuenta con tres largometrajes de ficción que se introducen en una cotidianidad palpable y multidisciplinaria (por su trabajo como escritora, música y artista performática): Tú, yo y todos los demás (2005), El Futuro (2011) y más recientemente Kajillionaire (2020), función inaugural de la novena edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
Sus propuestas fílmicas, muchas veces llamadas quirky (“peculiar” en español), podrían asociarse también con lo queer, vinculado a la propia ontología de la expresividad artística-cultural de las disidencias sexuales, como aquello que supera a las estructuras y prácticas sociales tanto del género como de la sexualidad humana. Sin que haya entrado narrativamente al terreno de lo queer, al menos en sus dos primeras películas, sí ha podido explorar con atrevimiento y una delicadeza asombrosa las relaciones afectivas y sexuales de sus personajes puestas en jaque deliberadamente.
El ejemplo más claro y que le valió la clasificación R, es su ópera prima Tú, yo y todos los demás, Premio especial del Jurado del Festival de Cine Sundance y el la Cámara de Oro del Festival de Cannes, en donde explora la sexualidad infantil de los dos hijos varones de uno de los protagonistas, Richard Swersey (John Hawkes); su hijo Robby de 7 años, practica su curiosidad sexual-escatológica y el ser parte de la hiperconectividad, con una desconocida a través de un chat digital; mientras que Peter de 14 años, tiene sexo oral con dos chicas adolescentes que quieren probarse con él para luego replicarlo con su vecino, “pervertido en el discurso, pero no en la práctica”, menciona el personaje.
Miranda July es capaz de observar los detalles más íntimos de la negociación que hay en las relaciones afectivas y personales modernas/contemporáneas
Richard acaba de pasar por un divorcio y vive el miedo de que le “quiten” a sus dos hijos. Subestima su independencia emocional así como su madurez precoz, y se enfrenta al dilema de iniciar una nueva relación con Christine (interpretada por la propia July), a quien conoce en la zapatería donde trabaja. Ambxs sienten una atracción y pasión inexplicables, pero Richard tiene sus reservas. Será Christine la que lleve la batuta como una señal de destino.
Miranda July es capaz de observar los detalles más íntimos de la negociación que hay en las relaciones afectivas y personales modernas/contemporáneas, para plantear con su puesta en cámara, situaciones que aunque no dejan de ser incómodas, logra imprimirles ternura, pero sin dejar de lado la soledad y la distancia, con diálogos de una prosa cercana a la poesía que encajan con naturalidad para hacernos conectar, aunque sea por un momento, con lo absurdo de nuestros tiempos.
July continuará planteando estos tiempos mordazmente en El futuro desde el retrato de una pareja sin hijxs de clase media trabajadora de Los Ángeles, que está por adoptar a un gato que les será entregado en un mes, luego de que terminen de curarle una de sus patitas. El gato funcionará como una figura existencialista, con voz omnipresente, que irá dando cuenta de la fragilidad en las vidas de Sophie (July) y Jason (Harmish Linklater), a los que la decisión de adoptarlo, parece una última llamada para cumplir los deseos y expectativas antes su llegada.
Diálogos con un prosa cercana a la poesía encajan con naturalidad para hacernos conectar, aunque sea por un momento, con lo absurdo de nuestros tiempos
La ciudad de Los Ángeles aparece como una antagonista que marca la distancia y la soledad de sus protagonistas buscando la reconexión, cercanía, destino y autoafirmación en el azar y el grito de Sophie por ser escuchada en la inmensidad de una ciudad que constantemente la rechaza, como cuando pierde su trabajo como instructora de ballet para ser recolocada en un puesto administrativo.
July no echa culpas, sino que nos muestra el futuro presente, el tiempo suspendido, hipermediatizado, sólo para hacernos estar presentes sin posible escapatoria. Nos hace enfrentarnos a las consecuencias de nuestros actos desde lo más personal e íntimo, como el affaire que vive su personaje, con el que logra distinguir sus propias carencias afectivas hasta abrazarlas como su propio proceso introspectivo, como un ejercicio de ayuda a sí misma, jamás condescendiente sino presente, crítico e ineludible. En entrevista para el Tate Modern, July explica: “Somos buenos saboteando el estar con otra persona. Las maneras en las que no estamos juntxs son únicas y tienen su propio lenguaje que a mí me interesa.”
La directora posee un lenguaje visionario y original impregnado en sus imágenes, el cual podemos ver en su última propuesta, igualmente arriesgada: Kajillionaire, que formó parte de la Sección de Premieres de Sundance 2020 y que está sellada por la Quincena de Realizadores de Cannes, película donde logra reunir algunas (o varias) de las inquietudes de sus anteriores películas, como por ejemplo, la búsqueda por conectar con el tiempo presente en una realidad enajenada.
Kajillionaire es un punto de equilibrio donde converge la ficción con lo surreal en la concepción peculiar, excéntrica y, finalmente, queer de su directora
Old Dolio (Evan Rachel Wood) es la hija aprendiz de una familia de estafadores a la que cuestiona su crianza cuando era una niña: “¿Aprendí a buscar tu pecho gateando por tu abdomen o me dejaste en la cuna?”, le pregunta a su madre (Debra Winger). Llena de pesimismo y pragmatismo, presente en la ausencia y extraviada como una niña pequeña en calles de Los Ángeles, fotografiadas como interminables, Old Dolio se enfrenta a la exigencias y falta de amor familiar así como a los constantes temblores de la ciudad, hasta que llega un terremoto que la hará despertarse de aquel letargo y conectar paulatinamente con su presente, aún volátil y dependiente del amor de su egoísta familia. Melanie (Gina Rodríguez), una joven que conocen en una estafa, es la metáfora de este terremoto y al mismo tiempo, pareciera, la conciencia humana de July como autora, esta vez no presente en cuadro.
Kajillionaire puede ser la metafísica visual de July tras años de carrera y de experimentación en el cine, las artes visuales y el transmedia, no como culminación, sino como un punto de equilibrio, de madurez, en donde converge la ficción con lo surreal en la concepción peculiar, excéntrica y, finalmente, queer de su directora.
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#LosCabos9
Imágenes: IMDb
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