Por Antonio Álvarez
Edición por Carlos Bonfil
Los festivales y sus públicos potenciales
En días pasados concluyó la 69ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián – Donostía, en el que se presentó una variada selección de títulos en secciones que ponen el ojo en un cine que, aún cuando puede revelar el estado del cine español, también es capaz de crear vínculos potentes y potenciales con públicos diversos y de una fuerte identidad, misma que se muestra en su comunicación oficial en los tres idiomas: euskera, inglés y español.
Los premios en estos certámenes audiovisuales ayudan, en muchos casos, a reforzar lo que la industria y la crítica cinematográfica coinciden en que sea celebrable o por llegar a un consenso discutible que más tarde se podrá encontrar en el interés que muestran los públicos por ciertxs autorxs, filmografías o temáticas. Un claro ejemplo sería el cine de Bong Joon Ho, cuyo éxito indiscutible entre crítica y público, llegó reforzado por un trabajo de crecimiento artístico en los festivales de cine más importantes de Europa.
En el caso del Festival de San Sebastián y su área dedicada a la industria en particular, se ha comprobado un seguimiento y apoyo hacia el cine hecho en Latinoamérica, en fases de desarrollo o también en búsqueda de ser distribuido. Este año parte de los Work In Progress (WIP) de Latinoamérica, Pornomelancolía (Argentina-Brasil-Francia-México) de Manuel Abramovich y Dos Estaciones (México-Francia-EE.UU.) de Juan Pablo González que, aunque diametralmente opuestos en sus representaciones de personajes solitarios, comprueba el interés genuino de cineastas latinoamericanxs al explorar las capas más íntimas del ser humano dispuestas a dejarse ver en sus estados de mayor vulnerabilidad.
Asimismo, en esta sección de proyectos en desarrollo, la cineasta egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica, Laura Baumeister, con su nuevo proyecto La hija de todas las rabias, coproducción entre Nicaragua, México, Países Bajos, Alemania, Francia, Noruega, fue acreedora al premio de industria.
Secciones que creen en cineastas
La realidad alcanza a la ficción de los festivales de cine y en ellos está el saber recibirla, como aquellas propuestas narrativas que programan y que se discuten en coloquios al finalizar los créditos de la película; lo que no excluye también la curiosidad de ver alguna película cuestionada en redes sociales o unirse al aplauso colectivo cuando se proyecta la cortinilla del festival que repasa las distintas secciones del certamen.
Por falta de tiempo y de aforo, sería atrevido hablar de lo que fue cada sección este año, no solo por la cantidad de títulos, sino por su diversidad de procedencia, temáticas, formas y por los diálogos plurales que pudieran surgir en el actual contexto de incertidumbre, pero como una señal inequívoca de invitación al cambio que requeriría un seguimiento mucho más puntual.
La Sección Oficial en particular, parece ser la apuesta del festival vasco al igual que New Directors, desde donde se pueden empezar a valorar a artistas propiamente formados en el Festival o que están en búsqueda de plataformas de alcance internacional que apoyen el inicio industrial de sus carreras cinematográficas en Europa e Hispanoamérica. Si bien hay títulos en los que se podría coincidir que hay un lenguaje mucho más accesible como The eyes of Tammy Faye de Michael Showalter (protagonizada por Jessica Chastain y Andrew Garfiel) por sus tintes de comedia musical, también se distinguen propuestas mucho más arriesgadas e intimistas como la rumana Blue Moon de Alina Grigore (condecorada con la Concha de oro, el premio mayor del festival) en la que se revela la fragilidad de mujeres que son oprimidas por el patriarcado familiar o Quién lo impide de Jonás Trueba, que rebasa las tres horas para hacer una ejercicio documental sobre los sentires y pensares de las adolescencias en Madrid, España.
La Sección Perlak agrupa a las películas más relevantes y atractivas de Festivales AAA como Berlín – Cannes – Venecia y en la que se concursa por el Premio del Público de la ciudad de Donostía que asegura la distribución en España para la película ganadora, en este caso, el público reconoció a Petite Maman (Berlinale, 2021) de Céline Sciamma. Otros título que compitió fue Benedetta (Cannes, 2021) de Paul Verhoeven que comprueba lo desarticulados e inconvenientes que pueden llegar a ser ciertos directores “confirmados” a la hora de representar personajes femeninos.
Contraria a Verhoeven, Jane Campion hace su regreso al cine como directora y guionista con The Power of the Dog (Venecia, 2021) distinguida con el Premio a Mejor Dirección de La Mostra. Aunque será preciso repasar la novela de 1967 de Thomas Savage, en la que está basado el guion, Campion hace perceptible en la imagen, el sexto sentido de personajes asimilando el deseo y la repulsión, el amor y el odio. Da forma al machismo profundo, al homofóbico reprimido, sin tener que recurrir al cliché, ni a un lenguaje común o gráfico. Dibuja de frente a la figura viril que establece el canon de hombría y se adentra hasta encontrar su debilidad: su propia “naturaleza”. No lo hace necesariamente para dar una explicación a un machismo violento y reprimido, sino que lo mira como una cinéfila directora ávida de ver hasta dónde llegan las relaciones de poder en los seres humanos con tal de esconder sus aparentes debilidades o por simularlas.
The Power of the dog, cinta que será estrenada en Netflix en los próximos meses, fue galardonada con 22º Premio Sebastiane a la Mejor película con temática LGBT*, el cual es otorgado en colaboración con la Asociación LGBT* de Donostía, Gehitu, en el marco del 69º Festival de San Sebastián. El Premio fue entregado en la Plaza Kutxa Kultur de Tabakalera por Aritz Dendategi, Blanca Ortega, Joseba Errekalde, Lander Bergés y Nicolas Subirán luego de ser leída esta declaratoria: “Por regalarnos una película impecable en donde Campion disecciona la masculinidad tóxica, incluso dentro del colectivo LGTB*; misóginos, homófobos, plumófobos crean un clima propicio a la violencia en donde se nos invita a ser discretas para vivir seguras y seguros; por ofrecer una historia que nos hace replantear los conceptos de debilidad y fortaleza en un tiempo en el que los discursos de odio están a la orden del día. El personaje principal, desenmascara a los que optan por el pasado para poner trabas al futuro”.