#LosCabos9 “Beans”, entre la adolescencia y el colonialismo

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Por: Silvia Cupich

“Beans” nos presenta cómo una niña de 12 años se enfrenta al proceso de definir quién es e ingresar a una escuela que la preparará para su futuro, mientras en su presente lucha por su pueblo y sus tierras en contra del ejército canadiense

Tracey Deer

“¿Por qué quieres ser abogada o médico?” Pregunta la directora de una escuela de élite a Tekehentahkhwa, o Beans, como prefiere ser llamada (Kiawentiio), quien desea ingresar para poder “prepararse para la vida”. Beans es una niña de 12 años apenas iniciando la adolescencia, aprendiendo, formando una personalidad y enamorándose por primera vez; a la par, debe madurar en la lucha de su familia por defender su territorio, reconociéndose como parte de un grupo segregado por el país al que su pasaporte dice que pertenece; así, Beans debe aprender a ser fuerte, por ella, su familia y su futuro.

Beans de Tracey Deer, directora Mohawk, es una película profundamente conmovedora, auténtica y dulce. Basada en la Crisis Oka de 1990, periodo de 78 días en el que el pueblo Mohawk resistió contra la policía de Québec ante la intención de construir un campo de golf en sus tierras, las cuales fueron entregadas a esta nación nativa dividida arbitrariamente entre lo que hoy es Estados Unidos y Canadá.

Su directora nos lleva de manera simultánea a través de dos conflictos: por un lado el interno de Beans que quiere crecer y ser quien su padre y madre esperan. Se preocupa por mejorar su aspecto, por lucir como una mujer, por encajar en el grupo del chico que le gusta y eso la lleva a romper las normas y a desafiar sus valores éticos; como cualquier adolescente, debe experimentar y vivir las consecuencias de sus actos y es en este punto cuando nace su hermana, es entonces cuando ella madura y logra encontrar su motivo para asistir a esa escuela: su pueblo y su familia.

Beans debe madurar en la lucha de su familia por defender su territorio, reconociéndose como parte de un grupo segregado por el país al que su pasaporte dice que pertenece

Fotograma de Beans

Por otro lado, Deer nos presenta el conflicto externo, pero no por ello desapegado a Beans: el colonialismo. La actriz Kiawentiio nos transmite estos procesos con el miedo y la fuerza de una niña: el rechazo de la sociedad colonizadora, el terror de caminar por las que antes eran sus tierras, el racismo y los actos de odio que son retratados de una manera real sin caer en lo burdo, sin buscar la compasión ni la lástima, sólo mostrando una historia verídica.

Existen escenas fuertes y bien logradas que hacen que lxs espectadorxs sientan cada una de esas piedras que les fueron arrojadas, la impotencia de Beans ante la policía que se burla de ella y su gente, del dolor de tener que abandonar su hogar sólo porque alguien con más poder geopolítico lo decidió. La película en ningún momento se vuelve lenta, por el contrario, lleva un ritmo perfecto entre la emoción, la adrenalina, el dolor y el amor familiar. Es tan natural y dramática como la vida misma. Deer logra que lxs espectadorxs se vuelvan empáticxs y hagan consciencia acerca de las divisiones políticas y étnicas en la sociedad, así como todo el daño que el odio desmedido e irracional puede ocasionar en grupos vulnerados.

Esta película es tan actual como lo sería hace 100 años. El discurso si bien ha cambiado su forma, no ha cambiado su fondo: “I don’t give a shit if they die” dice un hombre blanco quien sumido en la enajenación de la supremacía racial y dominación epistemológica, cree que una vida diferente a la de él no importa.

El gobierno canadiense ostenta un doble discurso ante el mundo: mientras ondea la bandera de la paz, tolerancia y diversidad, arrebata tierras de sus pueblos nativos

Fotograma de Beans

Si bien Beans habla de un hecho específico de 1990, no deja de recordarnos las actuales luchas de los pueblos originarios de todo el mundo por ser reconocidos como seres humanos, con los mismos derechos y el mismo valor que cualquier otra persona. Es doloroso saber que una etiqueta valida en automático el uso de la fuerza y le quita valor a la vida dependiendo el grupo étnico al que pertenece.

Por último y cerrando los muchos niveles en los que Deer hace de esta historia una denuncia general, la directora logra exponer a los países denominados como “desarrollados” y su justicia subjetiva, en este caso particular el abuso del gobierno canadiense que ostenta un doble discurso ante el mundo: mientras ondea la bandera de la paz, tolerancia y diversidad, arrebata tierras de sus pueblos nativos.

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Imágenes: IMDb

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