“Sí han cambiado cosas en el cine y en la vida pero falta mucho que cambiar. Ojalá que se logre la equidad y el apoyo a mujeres que quieran ser directoras. Que estas miradas diversas observen y presenten universos diferentes” Denisse Quintero.
Con el paso del tiempo, el papel de las mujeres directoras ha
destacado a nivel nacional e internacional. Su visibilidad reveló un
talento innato que llega desde distintas propuestas, como el área de
producción, de dirección fotográfica o de guión; mismas que resaltan la
visión única de retratos de aquellas realidades que habían permanecido
en segundo plano.
Las mujeres, desde el principio, han sido una pieza clave dentro del
cine mexicano. No obstante, la continuidad de su producción fue
amenazada con la aparición de contenidos que literalmente prohibirían su
realización. Con el objetivo de hacer un análisis acerca del cine
realizado por mujeres y su representación dentro del mismo, el pasado 29
de marzo en el Centro Cultural Clavijero dio lugar al Conversatorio: La liberación femenina en el cine mexicano presentado por la cineasta y guionista Denisse Quintero, El tigre y la flor (2016). Estos diálogos de diversidad buscan abrir la conversación sobre temas de género y diversidad sexual.
I. El cine como arma aspiracional
Se empieza desde el comienzo. Así son las historias. Quintero
rememoró uno de los pasajes más oscuros de la historia nacional, mismo
que durante el fin del Porfiriato y la época pos revolucionaria
acostumbraba a comprender a las mujeres como inferiores a los hombres.
“La única educación era para ser buenas madres y esposas”, comenta la
realizadora. Dentro de este momentum nacional, un destello de reacción no se hizo esperar. Mimí Derba fue la primer mujer cineasta en México. Su largometraje, La Tigresa
(1917), ensordeció el cine nacional en tiempos del cine mudo. Adela
Sequeyro y Carmen Toscano, hija de Salvador Toscano, le sucedieron.
Toscano fue la primer documentalista nacional, quien utilizó los
archivos de su padre para hacer documentales sobre la época de la
Revolución Mexicana.
La Época de Oro del Cine Mexicano estuvo marcada por la incesante
fuerza de una mujer: Matilde Landeta. Quintero reconoce que en esa época
ninguna mujer realizaba cine en México. “Ella comenzó siendo script y
asistente de dirección. Más adelante logró ser primer asistente de
dirección: se puso un bigote y se vistió de hombre para llegar al set
donde hablaba con voz más gruesa; como mujer no la escuchaban ni la
respetaban. Entró al cine travistiéndose. Con el tiempo logró realizar
tres películas que tenía que producir junto con su hermano, mismo que le
daba estatus para que la validaran como productora”. Si en ese momento
existía una mujer con carácter, tenía que demostrar quién mandaba; las
madres tenían que amar sin condición; ese estereotipo aspiracional, era
el retrato que permeaba.
El cine es aspiracional y en esa época su influencia era mayor.
Quintero habla de fomentar por un lado el amor abnegado de las mujeres y
por el otro, ver a la mujer como alguien terrible, como una villana a
la que hay que odiar, rechazar y tener lejos. Todo esto nos forma como
sociedad. “Desafortunadamente, el cine educa. La realidad se nutre del
cine y su penetración cultural es masiva. Es importante pensar en lo que
se ve, promueve y crea. Como público, se tiene que exigir y ser
conscientes de que en la mayor de las ocasiones, lo que no vemos, está
allí. Presente”.
II. La rebelde que no era feminista
Matilde Landeta retomó estas imágenes con algunos cambios. Su película, La Negra Angustias
(1949) cuenta la historia de una mujer negra mexicana. Un hecho
insólito para su época y de alguna manera también atemporal, puesto que
actualmente es un retrato poco explorado.
De acuerdo a una asistente al conversatorio, los estereotipos de
género juegan un papel importante en el cine. No es muy diferente al
cine actual. “Se considera que en todas las culturas, incluyendo la
mexicana, se ha mostrado cómo debe ser la mujer. ¿Qué tanto hemos
vencido los estereotipos de género en el cine actual?” Para ella,
estamos muy lejos de dominarlos. La perspectiva cambia con el cine de
Matilde Landeta, que es más crítico de esos estereotipos. Invita a
reflexionar sobre el destino de La Negra Angustias. “Hoy por hoy, ¿por qué se habría de linchar a una mujer si es lesbiana
Landeta no fue feminista, fue rebelde. Ella decía “yo trabajé porque
pude, las demás no pudieron porque no quisieron. Yo hice de todo para
poder trabajar”. Quintero dice que por la manera en la cual las mujeres
han sido educadas y por el lugar que se les ha dado culturalmente en la
sociedad, no se encuentran preparadas para enfrentar el machismo. Son
procesos que para las mujeres son distintos. “Las mujeres hoy siguen
casadas para ser esposas. Existe un valor absoluto en tener una pareja
exitosa. Estoy en contra de la monogamia impuesta. Muchas mujeres en
condición de violencia son aisladas de sus grupos sociales y son
devaluadas. No son capaces de estar solas, son dependientes económicas.
Si tienes una amiga y eres capaz de decirle salte, tienes que ser
consciente de que la vas a ayudar realmente a salir adelante”.
La sociedad actual tiende a aislar lo que es diferente. Para
Quintero, una época donde la mujer no podía ni votar, el hecho de
decidir no casarse, era muy revolucionario. Matilde vivió lo que le
pasaba a Angustias por su carácter de persona necia. Resalta el papel de
Santa (1932). El largometraje gira en torno a una chica
rechazada por su familia por el engaño de un hombre. Se prostituye y
acaba cuidada por un hombre ciego. Aún en contra de su voluntad,
obligada, termina siendo aislada y deshonrada.
Después de Matilde Landeta hubo un vacío de cine de mujeres hasta los
70’s. En el Colectivo de Mujeres, la mayoría de las cuales eran
estudiantes del CUEC, fue el momento en el cual el movimiento feminista
tuvo un mayor auge. Para Quintero, el feminismo estaba preocupado por
temas como el aborto, la maternidad y la prostitución. Se trataba de
mujeres comprometidas con la militancia feminista a través del cine. Así
comenzaron a trabajar María Novaro, Marcela Fernández Violante y Rosa
Marta Fernández; películas hechas enteramente por mujeres. El colectivo
no duró mucho tiempo pero significó la primera generación de películas
que le dio la vuelta a las prohibiciones del Sindicato y, que en el
Nuevo Cine Mexicano, posibilitaba el estreno en cines comerciales. Dana
Rotberg, Busi Cortés, Marisse Sistach y Guita Schiffer formaron la
primer generación de mujeres cineastas. Después de esta primer
generación, la apertura del CCC y del CUEC fueron muy influyentes para
lo que se realizó en esa época. A partir de este momento la presencia de
las mujeres fue constante. Elisa Miller, egresada del CCC es un ejemplo
de éxito por esta nueva apuesta.
III. ¿El México actual?
“Hoy en día las cosas han cambiado”, sentencia Quintero. Habla del
52% de participación femenina que existe en las películas nacionales
como guionistas, directoras o productoras. No obstante, como destaca, la
cifra es engañosa. Los prejuicios hacia las mujeres siguen latentes.
En 1988, Maria Elena Velasco, conocida como la India María, fue
actriz, escritora, productora y directora de la película más taquillera
del año. El largometraje Ni de aquí ni de allá (1988) una
coproducción con Estados Unidos, no desafiaba ninguna tradición de cómo
debe ser una mujer: todo estaba puesto para que no resultara incómodo
pero de alguna manera extrañamente cercano. Ese acercamiento hizo la
diferencia de percepción. Para Quintero, las posturas disidentes así
como los acuerdos y desacuerdos sobre lo que es ser una mujer ayudan al
final a un entendimiento. Los cortos que se ven, en ocasiones, son de
grupos minoritarios y temas complejos; la muestra de un universo
distinto sobre lo que es ser mujer.
El primer largometraje de María Novaro se tituló Lola (1989). En ella se realiza un retrato distinto sobre la maternidad. “Se problematiza el asunto de ser madre. No es una madre que renuncia a todo. Es una relación compleja. La maternidad se vive de maneras distintas. Todo lo que hemos visto sigue siendo estigmatizado. Ser madre y disfrutar de la sexualidad es condenado. María Novaro logra una reflexión que se aleja de la tragedia y le regala a sus personajes un nuevo comienzo en un nuevo lugar. Esta madre puede equivocarse y no va a ser castigada por la sociedad por haber cometido algún error”, menciona Quintero.
“¿Quiénes estaban haciendo cine que hicieran más de tres películas?”,
cuestiona Quintero. La cantidad de mujeres que han realizado tres
largometrajes son pocas y la mayoría son documentalistas. Uno de los
casos es Lucía Gajá con Batallas íntimas (2016) y Mi vida adentro
(2007); misma que tiene una página en línea para buscar ayuda a la
violencia doméstica. “No tenemos miradas iguales pero sí problemáticas
comunes que es necesario visibilizar”. Se refiere a la liberación
femenina en el cine mexicano como un asunto pendiente y poco claro en el
cine hecho por mujeres. Esto sucede porque muchas películas atan la
concepción de la felicidad a través de una pareja, de una familia, del
amor romántico y posesivo. “Liberar a la mujer de la esclavitud del amor
que se le ha achacado a la mujer es una asignatura pendiente”.
IV. El Signo de los Tiempos
Actualmente, las mujeres se encuentran más presentes en el panorama
nacional. Quintero recordó ejemplos precisos. Elisa Miller ganó la Palma
de Oro con su corto Ver Llover (2006). Cuenta en su filmografía con el largometraje El placer es mío
(2015), que habla sobre una pareja joven que se va a vivir a Morelos;
es una elaboración intensa, cercana, y sexual. “Nos habla de la
complejidad de las relaciones y las problematiza”. Otro de los ejemplos
fueron Natalia Aldama, directora de Todo lo demás (2016), así como Tamara y la Catarina (2016) de Lucía Carreras, ellas ponen en primer plano a personajes que estaban relegados en el cine. En el caso de Tamara y la Catarina se muestran lugares marginales y de miseria y cómo esos lugares los lleva a un destino trágico.
Más recientemente, recuerda Los adioses (2017) de Natalia
Beristain, sobre la vida de Roxana Castellanos, como un reflejo de que
no importa quién seas puedes caer en las trampas del amor. La obra de
Roxana Castellanos está muy inspirada de sus relaciones de amor. Es
parte de la complejidad de las relaciones. Por otra parte, La Camarista
(2018), dirigida por Lila Avilés, habla de las diferencias sociales
extremas que hay en México. “Se trata de una esclavitud moderna. No hay
vida más que su trabajo. No hay una relación de amor, se trata de
sobrevivir”. Otra protagonista que no era común retratar.
Concluyó con Los días más oscuros de nosotras (2017) de
Astrid Rondero, con protagonistas que no se ven mucho, como la de una
arquitecta que llega a un mundo de hombres y a lo que se tiene que
enfrentar. Ella conoce a otra mujer que le renta su departamento. “Ambas
son personajes heterosexuales en su planteamiento inicial. Pero se
reconfortan entre ambas y se encuentran”, comenta.
V. Palabras finales
“Sí han cambiado cosas en el cine y en la vida pero falta mucho que cambiar aunque estemos por encima de la media. Hay muchas mujeres que quieren hacer cine en México. Ojalá no sea una moda, que sí se logre la equidad y el apoyo a mujeres que quieran ser directoras. Que estas miradas diversas observen y presenten universos diferentes. Si bien el cine es parte de la educación de las personas, no es el único medio. En nuestra cotidianidad hay mucho por hacer y visibilizar. Las mismas problemáticas como la violencia sexual continúan. Intentemos desde donde podamos, cambiar las cosas. Sería bueno hacer películas sobre mujeres, se vuelven espacios en que las mujeres se atreven a decir cosas distintas. Por ejemplo hablar de las mujeres que son violentas. De esto no se habla. Muchas veces se deshumanizan y esto contribuye a pensar que esto no existe en nuestros grupos. Pueden ser tan buenas personas como malas y es importante mostrar esto. Hay que mostrar por qué actuaron como actuaron, sin deshumanizar”, puntualizó Quintero.