El regreso de la macorina: “Chavela” en México

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Por: Patricia Ríos

“Y yo quiero que algún día se entienda que mi mensaje ya no es de la garganta, ya no es de disco, ya no es de concierto: es la voz inmensa del individuo humano que está callada, que no tiene nombre, que no puede llamársele de ninguna manera.” – Chavela Vargas

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Después de participar en Ambulante, y a pocos días del sexto aniversario luctuoso de la artista, el próximo 2 de agosto llegará a salas mexicanas Chavela, el más reciente documental biográfico de Chavela Vargas en el que sus directoras, Catherine Gund y Daresha Kyi, relatan su vida cronológicamente, de forma entrañablemente íntima, apoyándose en las resonancias de sus canciones en su vida. El documental fue estrenado en Nueva York y desde entonces ha participado en numerosos festivales internacionales como la Berlinale, donde estuvo nominado al Premio Teddy y donde ganó el segundo lugar al Premio del Público; el Frameline San Francisco International LGBTQ Film Festival donde ganó el Premio del Público y Mención Honorífica a Mejor Documental; y el L.A. Outfest donde ganó tanto el Premio del Jurado como el del Público. Su arribo a México es gracias a Cine Caníbal.

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La primera vez que Chavela Vargas vino a México, tuvo que vender gallinas y ajolotes para comprar el boleto de un avión de hélice. La última vez, regresaba de España donde habría dado su actuación final en el Salón Caracol, de la Residencia de Estudiantes en Madrid (¡Cuánto quería Chavela a los jóvenes!) Ella bien sabía que le quedaba poco tiempo, pero deseaba fallecer en México, así que después de estar internada en un hospital español, se despidió del mundo en Cuernavaca. “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”. El eterno regreso de Chavela a México continúa.

La historia de Chavela hiere tanto como sus canciones, y así también sana. Su turbulento alcoholismo se contrapone con el dulce amor que sentía por Alicia Pérez Duarte. Su miedo tras bambalinas se transformaba en brío sobre el escenario. El glamour de Acapulco no contrastaba con disfrutar unos pulques con los albañiles de Tepoztlán en una banqueta al mediodía. “La más macha entre los machos” tenía un alma cristalina y dolida, y aquel vacío escondido en sus canciones se imponía con la nitidez de su voz. Así era Chavela, “una sacerdotisa de la comunicación profunda del tú a tú”, dice su querido amigo Pedro Almodóvar en una conversación con las directoras.

La historia de Chavela hiere tanto como sus canciones, y así también sana

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Ambientado en sus lugares, con entrevistas a la gente que la amó, Chavela es un documental que nos presenta a una mujer, que por más vulnerable que fuera, nunca dejó de ser valiente. Envuelta en contradicciones, con su voz desgarrada, Chavela es presentada en sus mejores y peores momentos, pero siempre como una artista que trascendió fronteras, lengua y prejuicios.

La comunidad de San Joaquín de Flores, Costa Rica, le quedaba muy pequeña a la niña Isabel. El yugo católico nunca la dejó disfrutar su sexualidad; su aspecto y comportamiento masculino no causaban más que vergüenza en su familia. Tantas ataduras sociales hicieron de Isabel una joven independiente, pero solitaria; una va de la mano de la otra, diría después la artista. Aún era adolescente cuando decidió tirar los dados y apostar por ir a la Ciudad de México en búsqueda de libertad, de su voz como cantante, quizá tal vez de su identidad. Llegó de apenas diecisiete años a un México que la recibió diciéndole “yo te voy a enseñar a ser mujer”, narra Vargas en el documental. Llevaba algunos años cantando en cantinas y en la calle cuando, encontrando eco en Edith Piaf, fue descubierta por José Alfredo Jiménez en una esquina de la Avenida Insurgentes.

“En la ranchera una mujer le podía cantar a una mujer sin que fuera un acto lésbico porque la mujer en la ranchera simplemente no tenía capacidad de ser ella la intérprete de sus propias emociones” (El Estado Mental Radio) relata su amigo, el cronista mexicano Carlos Monsiváis. Rebelde desde joven, Chavela fue la primera en cantar canciones de hombres, pero no como un arquetipo alegre, de trenzas y con maquillaje. Tomó los boleros de Agustín Lara y las rancheras de José Alfredo y los interpretó como cantante, amante y mujer.

Tantas ataduras sociales hicieron de Isabel una joven independiente, pero solitaria; una va de la mano de la otra, diría después la artista

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Su trato con el público era de confesión. Chavela no le quería mentir, entonces entonaba cada sílaba desde sus entrañas, inaudita y sin escrúpulos. Ella en realidad le reclamaba a La Llorona, ella sí se tomó una última copa llorando un amor. Lo daba todo desde el fondo de sus pulmones y corazón, y por ello su fama se volvió cada vez más contundente: experimentaba las emociones de una Hispanoamérica romántica que “confía más en el dolor que se proclama que en la alegría que se vive” (El Estado Mental Radio), analiza Monsiváis.

Fiel compañera de la guitarra, Chavela sabía cuándo gritar y cuándo retirarse detrás de sus manos, como si rezara. Explotaba y reposaba. Su vulnerabilidad sobre el escenario era su mayor fortaleza porque para ella, el oficio del artista va más allá del dolor y la voz:  “Y yo quiero que algún día se entienda que mi mensaje ya no es de la garganta, ya no es de disco, ya no es de concierto: es la voz inmensa del individuo humano que está callada, que no tiene nombre, que no puede llamársele de ninguna manera.” (Letras Libres)

Su voz fue poderosa hasta en su vejez. La gran artista previó su muerte por muchos años, pero su acercamiento era desde el placer y el cobijo, así como desde la plena conciencia de que su cuerpo estaba en un imparable deterioro. Se fue despidiendo poco a poco, pero nadie ha logrado despedirse completamente de ella. De joven vino a México buscando libertad; ahora el pueblo mexicano no puede concebir ni sus canciones ni penas sin Chavela. Su fuego inextinguible aún alumbra nuestras noches de tequila, desamores, triunfos y expiaciones en cantinas a corazón abierto. “Me costó mucho ser lo que soy. Me enfrenté al mundo. Abrí los brazos. Y le dije al mundo: ven. Hablemos. Hablemos noche a noche. Y el mundo y yo platicábamos todas las noches. A veces se me negaba. Me costó mucho salir adelante. Muchas lágrimas de sangre.” (El País)

Me costó mucho ser lo que soy. Me enfrenté al mundo. Abrí los brazos. Y le dije al mundo: ven. Hablemos: Vargas

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No cabe duda, Chavela fue una mujer adelantada a su tiempo y, sin embargo, una de sus mayores representantes, con una humildad no característica de una iconoclasta. José Alfredo le llevó serenata a María Félix con la voz de Chavela, para cantarle, irónicamente, “Me cansé de rogarle”. Cantó en una de las bodas de Liz Taylor y tuvo amoríos con estrellas de Hollywood sin pretender esconder su coqueteo. Colaboró con Pedro Almodóvar, su alma gemela. Amó a Frida Kahlo, y Frida la amó a ella. Siguió la lírica española, recitó poemas y arrebató el lujo de ser sujeto narrativo en sus propias canciones de amor. Desafió el machismo.

Chavela es la personificación de la pasión. Su vida delirante, su autenticidad al interpretar, su llanto en canto, han cautivado al público que necesita un poco de amor. “Los artistas estamos sosteniendo un mundo que se está cayendo. Damos esperanza. Por eso se arriman a mí, creyendo encontrar el amor. Y a veces sí lo encuentran y otras veces no, porque yo tampoco lo tengo” (El País).

Chavela, torera que salía adelante. Mujer que, orgullosa y coqueta, nunca se sintió obligada a explicarse ni disculparse. Macorina sinvergüenza y atrevida que siempre luchó por la libertad. Chavela, la mujer de poncho y luna roja, interlocutora de las emociones humanas. Así será recordada en la historia Hispanoamericana, en las noches de borrachera y próximamente en las salas mexicanas.

Los artistas estamos sosteniendo un mundo que se está cayendo: Vargas

Copia de chavela poster

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Imágenes: IMDb, Chavela Vargas Film, Quien, La Vanguardia

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